El sexo de pago es una industria que mueve miles de millones de dólares en todo el mundo, una cantidad incluso superior al PIB de muchos países. Hablamos de la parte legal, como el porno o las páginas eróticas, pero también de actividades que en algunos lugares pueden ser ilícitas, como la prostitución. De hecho, estas son las actividades que más dinero generan dentro del sector, aunque es imposible calcularlo exactamente, precisamente por el problema de ser ilegales. Muchos países han tomado la determinación de regularizar el trabajo de estas mujeres, con el fin de otorgarles los derechos que merecen y mejorar sus condiciones laborales. Sin embargo, otros quieren tomar el camino contrario, pensando que para evitar todo el lado oscuro de la prostitución lo mejor es acabar por completo con el oficio. No cuentan con que este negocio lleva siglos funcionando, y no parece tener visos de finiquitarse así como así.
La prostitución está extendida por todo el planeta, desde los lugares donde se permite hasta los sitios donde está terminantemente prohibida. Allí donde un hombre quiere conseguir sexo y paga por ello, habrá una chica que se ofrezca como amante profesional. Se discute mucho acerca del origen de este negocio, y de cómo neutralizar las amenazas a las que las chicas están expuestas, pero no se ha llegado a ninguna conclusión clara. De hecho, el debate por la prostitución sigue siendo un punto de inflexión para movimientos como el feminismo, donde hay dos vertientes enfrentadas por este tema. Mientras el debate se traslada a los organismos oficiales, las prostitutas siguen haciendo lo que mejor saben hacer: complacer a sus clientes. Se adaptan a cada momento histórico y aprovechan también las nuevas tecnologías de las que disponemos, para poder llevar su trabajo mucho más lejos. Ocurre con la llegada de los perfiles sexuales a Internet, una forma mucho más discreta y rápida de encontrar a una buena amante. Pero también en la forma de pago, aprovechando las nuevas opciones que la tecnología nos avanza, para conseguir que el cliente se sienta siempre cómodo, incluso en el momento de pagar.