El cerebro se divide en varios hemisferios que a su vez se dividen en lóbulos a saber: frontal, parietal, temporal y occipital. Cada una de estas partes se encarga de realizar tareas específicas muy concretas y la conexión entre un lóbulo y el otro hace que podamos comportarnos tal y cómo lo hacemos.
Dentro de nuestro cerebro existen aproximadamente, unos 100.000 millones de neuronas y las interconexiones ascienden a los 100 trillones que permiten que procesemos una cantidad indescriptible de información en fragmentos de tiempo impensables. Son muchas las cosas que sabemos sobre el cerebro, sin embargo, tendremos un conocimiento mucho mayor cuando se publique la información que está recopilando la iniciativa Brain.
La neurona, una de las principales responsables del funcionamiento correcto de nuestro cerebro
La neurona se integra por un cuerpo celular y de ella salen múltiples ramificaciones (dentritas) que son las encargadas de captar la información que les llega de otras células nerviosas que se encuentran en el cerebro. Las neuronas, del mismo modo, conducen también información hacia otras neuronas gracias a la corriente eléctrica que existe dentro del cerebro.
El contacto entre una neurona y otra se produce a través de los espacios sinápticos que son unos conductos muy estrechos diseñados específicamente para que fluya la comunicación entre las neuronas. Estas señales, se transmiten a través de los neurotransmisores que no son más que unas sustancias químicas distintas (se conocen más de veinte tipos diferentes) que permiten que la información entre neuronas fluya a gran velocidad.
Distribución y funcionalidad de los hemisferios del cerebro
El hemisferio cerebral izquierdo es el encargado de lograr que una persona pueda comunicarse y facilita que una persona pueda hablar y entender lo que otros le dicen. Del mismo modo, también es el encargado de mover la mano derecha. El hemisferio izquierdo, en cambio, se encarga de la comunicación que no tiene que ver con el lenguaje, como bien podría ser la música, el sentido del tacto, la localización concreta de los objetos, la música, etc.
Es curioso conocer las funcionalidades de cada uno, pues en nuestro día a día movemos la mano derecha y la izquierda sin importarnos ni siquiera desde que hemisferio nuestro cerebro está transmitiendo esa información, sin embargo, su revisamos el ‘código fuente’ nos damos cuenta de cómo ha sido construido nuestro cerebro.
Funcionalidad de los lóbulos cerebrales
El lóbulo occipital está muy relacionado con la vista. No obstante, en esas ocasiones en las que creemos ver una cosa y luego resulta ser otra, ahí no interviene el lóbulo occipital sino el temporal quién, además, también es el encargado de recibir la información que capta nuestro oído.
Los lóbulos frontales son los encargados de mover los músculos, del mismo modo que ellos son también los encargados de aspectos tan importantes como la inteligencia o la personalidad de una persona.
Los lóbulos parietales se encargan de que una persona pueda mantener el equilibrio sin caerse, del mismo modo que también puede percibir lo que siente alguien a través del tacto. El tronco cerebral es el encargado de gestionar la respiración, la tos y hasta el latido cardíaco.
El sistema límbico del cerebro y su importancia
El sistema límbico está relacionado con la memoria y algunas sensaciones como la sed, el hambre y en general cualquier tipo de emoción que podamos tener (tristeza, alegría, etc.).
Las hormonas son producidas por el hipotálamo, a través de la glándula hipofisaria, mientras que es el córtex el lugar en donde podemos realizar razonamientos complejos, establecer relaciones, e incluso de estar conscientes. Una curiosidad del córtex es su extensión, la cual puede llegar a ocupar una equivalencia de hasta cuatro folios, sin embargo, el hecho de tener numerosos pliegues provoca que pueda encontrarse en una superficie tan reducida como el cerebro. El animal más parecido al humano, el chimpancé posee una extensión del córtex que apenas sería la de un folio, un mono lo reduciría aún más hasta medir lo que ocupa una tarjeta postal y, finalmente, una rata apenas sería la de un sello postal.